Te explicamos qué es la magia, las dos formas de entenderla y su historia. Además, las características de cada tipo de magia.
¿Qué es la magia?
A grandes rasgos, existen dos formas distintas de entender el significado de magia:
La primera y más tradicional, la comprende como la creencia en que a través de rituales, hechizos y saberes arcanos, pueden manipularse fuerzas sobrenaturales, para afectar la realidad a nuestro antojo.
Estos poderes serían empleados por hechiceros, magos, brujos y otras figuras mitológicas a las que la tradición les atribuye un conocimiento ocultista del mundo, recogido en libros mágicos y puesto en marcha mediante pócimas, varas mágicas y otros elementos supuestamente de poder.
La segunda consideración, también llamada ilusionismo, se refiere en cambio al arte de producir ilusiones en un escenario, empleando trucos más o menos elaborados que dan la sensación, justamente, de que hay fuerzas invisibles y sobrenaturales puestas en acción. A diferencia del caso anterior, este concepto de la magia es el que ponen en práctica, en el mundo real, los ilusionistas y prestidigitadores, con fines de entretenimiento.
Ambos conceptos son fruto de una tradición que imagina la existencia de saberes y poderes intermedios entre la religión y la ciencia, próximos a la alquimia, la necromancia, la taumaturgia y otras formas de ocultismo. Esos supuestos saberes y prácticas, usualmente atribuidos a las antiguas culturas paganas, fueron perseguidos por las grandes religiones monoteístas y castigadas con mano severa, tal y como ocurrió con la brujería y el herbalismo.
La magia resulta inmensamente atractiva, ya que supone que la realidad puede ser moldeada a nuestro antojo si conocemos las fórmulas o los encantamientos necesarios. De hecho, desde cierto punto de vista, las barreras que diferencian a la magia de otros saberes comprobables es difícil de trazar: para una persona del Medioevo, muchas de las tareas cotidianas que la ciencia hoy permite podrían ser catalogadas de “magia”.
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Historia de la magia
La palabra “magia” proviene del latín magia, a su vez herencia del griego mageia, término con el que los antiguos griegos se referían a las cualidades atribuidas a los sacerdotes del zoroastrismo persa. Es decir que el origen de dicha palabra seguramente se remonte al farsi (magush).
Los sacerdotes persas fueron enormemente influyentes en su sociedad entre los siglos VI y V a. C. Solían hacer sus ritos y cánticos mazdeístas frente a hogueras, de modo que en Occidente se atribuían poderes sobrenaturales y demoníacos a los persas.
El término magus de los romanos, de hecho, se reservaba para aquellos que, como dichos sacerdotes, practicaban el ocultismo y las artes siniestras. Sin embargo, fueron los cristianos quienes posteriormente emprendieron la persecución de los magos, acusándolos de pactar con el demonio y de ser, esencialmente, herejes, servidores de Satanás.
Con ese mismo criterio respondió el occidente cristiano a las tradiciones rituales de los pueblos paganos, de los pueblos orientales e, inclusive, a las primeras formas de pensamiento científico. Fue común, por ejemplo, en las épocas coloniales, que se atribuyera a los pueblos sometidos la práctica de magia o de ritos mágicos.
En la América colonial hispana, por ejemplo, los indígenas eran imaginados como herederos de poderosas tradiciones mágicas o espirituales, que se consideraban pecaminosas. A los esclavos africanos se les atribuía la práctica de la nigromancia, mejor conocida como vudú. La magia, como se verá, ha despertado en el ser humano desde tiempos ancestrales la fascinación y al mismo tiempo la desconfianza.
Por otro lado, los ilusionistas han existido desde épocas remotas también, y se han alimentado de la creencia en semejantes poderes y tradiciones ocultistas. De hecho, hay registros de «magos» en el Antiguo Egipto, hace más de 4.000 años.
Sin embargo, el oficio de ilusionista surgió recién en el siglo XVI, de la mano -curiosamente- de la ciencia, ya que los primeros prestidigitadores y espiritistas empleaban mecanismos e ilusiones para fingir poderes mágicos.
Esta tradición se convirtió en el siglo XIX en un espectáculo, con la aparición de los primeros magos escapistas, como el célebre Harry Houdini (1874-1926). Posteriormente tuvieron la posibilidad de presentarse ante grandes audiencias, mediante los medios de comunicación.
Tipos de magia
Tradicionalmente, se distinguen diversas tradiciones de supuesta magia, dependiendo de su naturaleza y de la consideración moral o ética de sus acciones. Así, por ejemplo, se suele hablar de magia “blanca” cuando sus fines son bienintencionados, y de magia “negra” en el caso totalmente contrario. Similarmente, pueden diferenciarse las siguientes “formas” mágicas:
- La adivinación. Como su nombre sugiere, se trata de la magia que sirve para predecir el futuro o ver aquello que de ordinario no puede verse. Su símbolo tradicional es la bola de cristal: un artefacto en el que supuestamente podían verse las imágenes del futuro, o de lo que ocurría en otro lugar del mundo. También es usual el uso de cartas (como el tarot), la lectura de la palma de la mano y otros supuestos métodos que interpretan las pistas del futuro en el presente.
- La necromancia. Se trata de la magia que lidia con los muertos y el mundo de los difuntos, ya sea reviviendo personas, invocando espíritus, o llevando a cabo ritos que requieren de partes de cadáveres. Se la asocia a los muertos vivientes, la pestilencia, la brujería y las artes del demonio.
- La piromancia. Se llama así a la magia del fuego: aquella que supuestamente dominan quienes establecen un pacto con dicho elemento, para someterlo al manejo de su voluntad. Los piromantes no sólo podían -supuestamente- dar órdenes al fuego, sino también generarlo espontáneamente.
- La magia sexual. Partiendo de la consideración del sexo como una práctica sagrada y poderosa, esta tradición atribuye capacidades mágicas a los fluidos del cuerpo, a ciertas posturas o prácticas eróticas, y aspiraba a provocar el enamoramiento y la pasión a voluntad entre los seres humanos.
- La invocación. En este tipo de prácticas mágicas se acude a rituales para convocar o atraer al plano real a entidades demoníacas, sobrenaturales o místicas, que de otro modo no podrían interferir en la realidad. A cambio de ello, o justamente como condición para dejarlos volver a su plano usual, los invocadores solían pedir favores o exigir el uso de sus poderes. Una versión antigua y oriental de ello es la que imagina al genio atrapado en una lámpara mágica, que concederá tres deseos a quien lo libere.
- La taumaturgia. Comprendida como la magia que transforma o crea la materia, puede entenderse como un antecesor de la alquimia. Los taumaturgos podían convertir unos materiales en otros a voluntad, o hacerlos aparecer de la nada, y también podían conferir ciertos dones a objetos determinados, como reliquias. Es el caso del supuesto cáliz santo, que purificaba de inmediato todo aquello que se vertiera en él.
- El mal de ojo. Una de las formas más populares y comunes de magia, que consiste en la posibilidad de embrujar al otro o hacerle daño con tan sólo mirarlo, especialmente cuando es fruto de la envidia. Para ello, se suele (todavía hoy) emplear amuletos de protección como el azabache o la semilla de la peonía, especialmente en los niños recién nacidos.
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Referencias
- “Magia” en Wikipedia.
- “Ilusionismo” en Wikipedia.
- “Magia” en el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española.
- “Magic” en The Encyclopaedia Britannica.
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