Te explicamos cuáles fueron las características del Romanticismo, sus temas, valores y las disciplinas en las que se manifestó.
Romanticismo
El Romanticismo fue un movimiento artístico y filosófico que surgió en el norte de Europa a finales del siglo XVIII, con una postura contraria a la Ilustración y el Neoclasicismo dominantes en ese momento. Defendió una visión que exaltaba los sentimientos por sobre el mundo lógico y racional que proponían las corrientes cientificistas de la Modernidad.
El movimiento se extendió por todo el continente y otras partes del mundo, y representó un significativo cambio cultural, que transformó la manera occidental de vincularse con la naturaleza, el amor, el arte y el trabajo. A pesar de que han transcurrido casi dos siglos desde su apogeo a mediados del siglo XIX, muchos de los valores centrales del Romanticismo continúan vigentes hoy en día,como la pureza de la vida silvestre, la expresión individual y el papel de las pasiones.
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Características del Romanticismo
Las principales características del Romanticismo son:
- Los sentimientos antes que la razón
- El rechazo a la industrialización y el positivismo
- La pureza como paraíso perdido
- La figura del héroe
- La exaltación del nacionalismo
- El rescate de lo autóctono
- La rebeldía estética
- La valoración de la subjetividad
- El regreso a los temas míticos, religiosos y místicos
- La naturaleza como fuerza divina
- El espíritu flâneur
- La apreciación de la fantasía y de lo grotesco
1. Los sentimientos antes que la razón
El Romanticismo se propuso recuperar lo que consideraba un aspecto perdido u olvidado del ser humano: las emociones. Los artistas románticos exaltaban la singularidad del mundo interior y entendían su arte como el trabajo de un demiurgo o dios creador de universos singulares. Defendían la individualidad, la diferencia, la autenticidad y la originalidad frente al ideal de objetividad encumbrado por el Neoclasicismo.
Estas ideas se reflejaban en las obras románticas mediante la representación de héroes solitarios y sufridos, atrapados en la pasión de su tormenta interior, como el protagonista de Las penas del joven Werther,de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), cuyo amor imposible por Carlota lo conduce al suicidio.
2. El rechazo a la industrialización y el positivismo
El Romanticismo fue, ante todo, una reacción contra la racionalidad de la Ilustración francesa y la frialdad de la posterior industrialización. Añoraba la naturaleza contemplativa del tiempo rural frente al tiempo mecánico, rápido y fragmentado del mundo moderno, que tenía a la razón y el progreso material como valores supremos.
En oposición al positivismo, que pensaba al mundo y al ser humano en términos científicos, el Romanticismo privilegiaba la naturaleza de los instintos y el yo creador.
3. La pureza como paraíso perdido
Los románticos consideraban que la civilización enfermaba a los seres humanos, puesto que les imponía un orden estricto y racional que los distanciaba de la naturaleza y de sus orígenes. Por lo tanto, era necesario reconectar con la pureza extraviada, representada en su plenitud en la figura del niño: el rebelde por excelencia, ingenuo, puro y sin corromper aún por las banales ambiciones del comercio y de la industria.
Por este motivo, muchos artistas románticos huyeron de los entornos industriales hacia tierras exóticas o silvestres, en ocasiones haciendo largos viajes, para reconectar con la naturaleza “verdadera”. Otros, en cambio, abrazaron ideas políticas revolucionarias, que defendían la bondad intrínseca del ser humano en contra de la influencia del mundo burgués, al que consideraban fuente de corrupción.
4. La figura del héroe
En el imaginario romántico ocupan un lugar importante el rebelde y el héroe trágico, figuras incomprendidas que se sublevan contra toda una sociedad. Son excluidos y repudiados por todos, excepto por aquellos contados elegidos que logran entender la profundidad y la honestidad de su lucha.
En este sentido, el héroe romántico comparte elementos con la idea cristiana del mártir, que acepta el sufrimiento como parte de su camino hacia la redención.
5. La exaltación del nacionalismo
A diferencia de la Ilustración, que era cosmopolita y universalista, el Romanticismo fue profundamente nacionalista. Sus obras retomaban el folklore, las leyendas y las tradiciones rurales de cada país, y defendían lo único y original de las culturas: su Volkgeist o “espíritu del pueblo”.
Esto condujo a la idealización de épocas pasadas, de supuesta gloria y plenitud. Los nacionalismos europeos fueron en gran medida una invención romántica.
6. El rescate de lo autóctono
El Romanticismo se dedicó a redescubrir y revalorizar elementos del imaginario medieval y del folklore europeo, contra la pérdida de valores autóctonos que representaban la modernidad y la industrialización. Se vio en el Medioevo un estado de pureza originaria y se rescataron leyendas, epopeyas y mitologías, como las sagas escandinavas y las historias del rey Arturo, además de tradiciones poéticas en lenguas locales como el galés, el escocés o el gallego.
De ese modo, confrontaron el legado grecorromano, que había sido fundamental para los neoclásicos. Son ejemplos de esta inspiración obras como la novela Ivanhoe, de Walter Scott (1771-1832), que idealiza la Inglaterra medieval, y las composiciones basadas en la mitología germánica del alemán Richard Wagner (1813-1883).
7. La rebeldía estética
Los románticos se rebelaron contra los cánones y los estilos tradicionales del arte, y valoraron la originalidad y la espontaneidad. Eso implicaba, por un lado, abandonar los modelos clásicos, y, por otro, romper con la idea de la obra acabada y total. Así, el Romanticismo mostró un especial aprecio por las obras inconclusas y abiertas (es decir, sujetas a múltiples interpretaciones) y valoró el proceso creativo tanto como el resultado final.
Por otra parte, rompieron con convenciones estéticas clásicas como la rigurosidad de la métrica en poesía y se permitieron versos más libres. También desafiaron las barreras entre géneros literarios, rescataron géneros medievales (como la balada y el romance) y abrazaron la improvisación musical. Este espíritu se puede ver en obras como los poemas de Walt Whitman (1819-1892) y Edgar Allan Poe (1809-1849), y en las composiciones musicales de Franz Liszt (1811-1886).
8. La valoración de la subjetividad
La libertad creativa fue la piedra angular del Romanticismo y estuvo guiada por la búsqueda de una expresión más íntima, espontánea e intuitiva.Esto dio paso a la experimentación, la manifestación de la subjetividad del artista y el énfasis en la experiencia personal, que fue reivindicada por encima de cualquier canon o escuela.
9. El regreso a los temas míticos, religiosos y místicos
A diferencia de la Ilustración, parte del imaginario del Romanticismo estuvo alimentado por raíces religiosas. Muchos artistas románticos hicieron uso de la iconografía cristiana para expresar ideas como el amor, la muerte, la pérdida, la búsqueda de trascendencia y la redención. Sin embargo, el Romanticismo fue esencialmente un movimiento laico, y su idea de Dios se distanciaba mucho de la moral católica.
El poeta alemán Novalis (1772-1801), por ejemplo, en su obra Himnos a la noche comparó el amor por su amada muerta con el amor a Jesús, y la describió en términos similares a los que se usaban para evocar a la Virgen María.
10. La naturaleza como fuerza divina
Los románticos valoraban especialmente la contemplación de la naturaleza. La experiencia romántica ante el mundo natural se relacionaba con ideas como lo sublime y lo místico, y se emparentaba con el milagro o la revelación divina.Veían a Dios fuera de las iglesias, en las fuerzas del universo, que a sus ojos eran un todo orgánico, con alma o espíritu.
En la pintura abundaron los paisajes, no representados de forma realista, sino como metáforas de emociones y sentimientos tales como la soledad, el asombro o la melancolía. Pinturas dramáticas como las de J. M. William Turner (1775-1851) y Caspar David Friedrich (1774-1840) emplearon paletas intensas y atmósferas misteriosas para exaltar lo pintoresco y lo sublime.
11. El espíritu flâneur
Con el avance de la urbanización y la transformación de las ciudades, la actitud contemplativa romántica dio paso a la idea del flâneur o paseante, un ser solitario y distante de la vida atribulada de los burgueses, que deambulaba por las urbes modernas sin prisa, simplemente observando y degustando con la vista. Uno de los más destacados ejemplos de esta figura se encuentra en los versos del poeta francés Charles Baudelaire (1821-1867).
12. La apreciación de la fantasía y de lo grotesco
El Romanticismo se interesó por explorar lo desconocido y lo irracional. Por eso, en su imaginario tenía cabida no solamente lo fantástico, sino también lo grotesco, lo horrendo y lo sobrenatural, que eran igualmente apreciados como formas de lo sublime.
Así, en las novelas románticas abundaron los monstruos, los fantasmas, las situaciones siniestras y los seres demoníacos. Grandes ejemplos de esto son los relatos de terror de Edgar Allan Poe y las novelas Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley (1797-1851), y El vampiro, de John William Polidori (1995-1821).
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Referencias
- Eco, U. (2007). Historia de la belleza. Lumen.
- Eco, U. (2007). Historia de la fealdad. Lumen.
- Galitz, K. C. (2004). Romanticism. Heilbrunn Timeline of Art History. The Metropolitan Museum of Art. https://www.metmuseum.org/
- Souriau, É. (1998). Diccionario de Estética. Akal.
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