Dicción

Te explicamos qué es la dicción, qué elementos la componen y su relación con la oratoria. Además, qué son los vicios de la dicción.

¿Qué es la dicción?

La dicción es la manera específica de hablar, esto es, de elegir y pronunciar las palabras de modo tal que puedan ser perfectamente comprendidas por quien escucha. Por lo tanto, es normal hablar de buena o de mala dicción, dependiendo de la capacidad de una persona de manejar correctamente el lenguaje hablado.

En general, la dicción involucra tres elementos distintos:

  • La articulación. Se trata del correcto posicionamiento de los órganos del aparato fonador para producir lo más claramente posible el sonido deseado, ya sea de una vocal o una consonante. En la articulación intervienen, sobre todo, los obstáculos que ponemos al flujo del aire al hablar, a través del posicionamiento de la lengua, los labios, los dientes y el paladar. Mientras menos firme sea dicho posicionamiento, peor será la articulación de lo dicho, pues los sonidos serán más difíciles de diferenciar entre sí.
  • La vocalización. Se trata de la correcta proyección de la voz utilizando la musculatura y las cuerdas vocales, de modo de imprimir la adecuada sonoridad a las vocales y consonantes sonoras (pues en el caso de las consonantes sordas, las cuerdas vocales no vibran). Una correcta vocalización requiere, pues, el uso de la cantidad de aire adecuada y del margen de movimiento adecuado de labios, lengua y otras partes del aparato fonador.
  • La entonación. Se trata del uso correcto del tono o la musicalidad de la oración, esto es, de imprimir cierto énfasis y cierta melodía específica a lo dicho, de modo de que el escucha capte nuestra intención comunicativa más allá del mero significado de las palabras. Por ejemplo, una pregunta en español requiere de una entonación muy distinta a una exclamación, y para que ambas puedan ser comprendidas, requieren del uso del tono correcto.

Una buena dicción se considera un elemento importante en la comunicación interpersonal, dado que minimiza la posibilidad de malentendidos y confusiones. Además, la dicción suele estar asociada socialmente al nivel educativo de las personas y, por lo tanto, también a su prestigio y reconocimiento. El término dicción también puede utilizarse para el lenguaje escrito, en lo que se refiere a la ortografía y la redacción, pero es mucho más común su uso para referirse al lenguaje hablado.

Ver además: Lenguaje formal e informal

Dicción y oratoria

La oratoria se entiende como la capacidad de pronunciar discursos, esto es, de hablar frente a un público determinado (presencial o a través de mecanismos de telecomunicación) y no solo no perder el hilo de lo que se quiere decir, sino también capturar la atención de los oyentes y lograr que capten plenamente el mensaje transmitido.

En esta ámbito, la dicción es un elemento indispensable para una buena oratoria. Esto quiere decir que, a la hora de dirigirse a un público determinado, pronunciar de una manera adecuada es clave para que el mensaje pueda comprenderse.

Una buena dicción permitirá, inclusive, a distintos tipos de público captar lo dicho, a pesar de que en su día a día utilicen dialectos y sociolectos diferentes. Esto es vital para locutores de radio, políticos, conferencistas, animadores televisivos, telemarketers y otro tipo de oficios que, en gran medida, dependen de la capacidad de transmitir rápido y bien un mensaje determinado.

Más en: Oratoria

Vicios de la dicción

Los vicios de la dicción son aquellos inconvenientes que aparecen a menudo entre los hablantes de un idioma, y que entorpecen o afean su dicción, disminuyendo por lo tanto su capacidad de hacerse entender. En general, estos vicios o errores se abordan desde una perspectiva prescriptiva o normativa de la lengua, es decir, aquella que busca preservar una norma estándar y universal del idioma, y no aquella que busca estudiar las múltiples variantes en que un mismo idioma se concreta en el habla.

Algunos ejemplos de vicios de dicción son los siguientes:

  • La falta de modulación o articulación. Esto es, la pronunciación de las palabras moviendo lo menos posible los órganos de la voz, de modo que esta última brote como un murmullo monótono, o bien como una columna vocálica sin articular (compuesta por puras vocales).
  • Los vulgarismos. Consiste en la pronunciación inexacta o equivocada de una palabra, que aun así puede hacerse entender, o por el contrario conducir al error. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando se pronuncia murciégalo en vez de “murciélago”, o semáfaro en vez de “semáforo”.
  • La añadidura de una “s” final al verbo en segunda persona. Este error es común tanto en el habla como la escritura, y consiste en añadir una “s” final a los verbos en segunda persona que normalmente acaban en la vocal “e”, como pueden ser comistes (en lugar de “comiste”) o regresastes (en lugar de “regresaste”).
  • La mala conjugación de ciertos verbos en tercera persona. Especialmente el verbo “decir” (dijieron en vez de “dijeron”), “traer” (trajieron en vez de “trajeron”), “ir” (jueron en lugar de “fueron”), entre otros.
  • Dequeísmo y queísmo. Consiste en el abuso o la falta de uso de la partícula “de” en ciertas construcciones sintácticas. Así, se añade “de” entre el verbo y el objeto directo cuando no se lo requiere (como en: me informó de que vendría, en lugar de “me informó que vendría”) o se lo elimina cuando realmente hace falta (como en: nos dimos cuenta que no estaba, en lugar de “nos dimos cuenta de que no estaba”).

¿Cómo mejorar la dicción?

Para mejorar la dicción es necesario practicar la correcta pronunciación de las letras y palabras, con el objetivo de fijar su sonido en la mente, a pesar de que en el habla cotidiana se pueda ser menos rígido al respecto. Los siguientes son algunos ejercicios destinados a mejorar la capacidad de dicción en personas de cualquier edad:

  • Ejercicios de respiración. Colocando una mano sobre el vientre y otra sobre el estómago, haciendo una muy leve presión, la persona debe inspirar lentamente por la nariz, inflando lo más posible la caja toráxica y contrayendo el vientre. Luego, se debe exhalar por la boca lentamente, relajando el diafragma y el abdomen. Esto último se hará diez veces con la boca cerrada y luego diez veces con la boca abierta, permitiendo al aire pasar entre los dientes, conservando las mandíbulas juntas pero no apretadas. Una vez culminadas las repeticiones, se puede empezar a hacer el mismo ejercicio, dedicando diez respiraciones a cada una de las vocales.
  • Ejercicios de modulación. Se dedicarán de dos a tres minutos a calentar la garganta y las cuerdas vocales a través de la repetición de sílabas con vocales abiertas (a, e, o) y combinaciones de consonantes que incluyan la r y la s (como “bra”, “ras”, “ose”, entre otras). Luego, se pasará a palabras enteras de no más de tres sílabas, que contengan estas consonantes y algunas otras (como “abrazo”, “espada”, “tendrán”, “atajos”) durante la misma cantidad de tiempo. Finalmente, se repetirá el ejercicio, pero ahora con palabras más largas y complejas (como “moduladoras”, “articulador”, “organización”, “experimento”). Finalmente, se repetirá el ejercicio con un texto breve escogido previamente, que no supere las 200 palabras.
  • Ejercicios de pronunciación. Se deberá insertar un lápiz entre los labios, sujetándolo de manera horizontal, y sin soltarlo se procederá a pronunciar palabras de pocas sílabas, obligándose a movilizar el aparato fonador para pronunciar lo mejor posible. Conforme se lo logre, se avanzará hacia palabras de más sílabas y estructuras más complejas. También pueden usarse un par de piedras redondas en la boca.
  • Recitación de trabalenguas. Los trabalenguas y coplas populares son siempre una gran herramienta para fortalecer la musculatura del aparato fonador y practicar la dicción. Existen muchos en distintas lenguas, tales como, en español: “tres tristes tigres tragan trigo en un trigal” o “el obispo de constantinopla se quiere desconstantinopolizar, quien bien lo desconstantinopolice buen desconstantinopolizador será”.
  • Leer en voz alta. Un ejercicio tan simple como eficaz, la lectura en voz alta de un texto lo suficientemente retador, como un fragmento de ficción o un poema, puede ayudar enormemente a la pronunciación, la modulación y la entonación, dado que la declamación de un texto literario es propicio para cierta teatralidad que puede ser de ayuda en la oratoria.

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Farías, Gilberto (31 de octubre de 2024). Dicción. Enciclopedia Concepto. Recuperado el 18 de noviembre de 2024 de https://concepto.de/diccion/.

Sobre el autor

Última edición: 31 de octubre de 2024
Revisado por Gilberto Farías
Licenciado en Letras (Universidad Central de Venezuela)

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