Te explicamos qué es un ciudadano y cuál es su relación con los derechos civiles. Además, qué implica ser un buen ciudadano.
¿Qué es un ciudadano?
Un ciudadano es un individuo integrante de un Estado nacional, sujeto a sus leyes y provisto por lo tanto de derechos y obligaciones. Normalmente, todos los ciudadanos del mundo pertenecen a una nación específica, aunque en algunos casos pueden pertenecer a dos o más Estados de manera simultánea.
La ciudadanía, por lo tanto, es una categoría jurídica, política y filosófica, que forma parte de la identidad nacional y contempla tanto las condiciones necesarias para pertenecer a un Estado, como los deberes y derechos que ello otorga. Cada nación determina, según sus propias leyes, el modo en que se ejerce y los tipos de ciudadanía que puede haber en su territorio.
Así, por ejemplo, las ciudadanías noruega, china y argentina pueden tener muchas características en común, a la vez que grandes diferencias. Todos los países distinguen entre sus ciudadanos nacionales y los de otros países, ya sea que habiten en su territorio o no, pero cada uno puede usar para ello una nomenclatura y una terminología diferentes.
Existen, sin embargo, individuos que no cuentan con la ciudadanía de ningún país, es decir, que no son reconocidos formalmente por ninguna nación como propios. A estas personas se las conoce como “apátridas”, término que significa que “carecen de patria”. Esta es una condición legal posible, aunque muy poco usual.
Origen del término “ciudadano”
El término “ciudadano” proviene del latín civis, que a su vez deriva de civitas: “ciudad”. En la antigua Roma, eran “ciudadanos” los habitantes masculinos de las ciudades, dotados de participación política y obligación de pagar impuestos. Se diferenciaban de otros hombres libres extranjeros (peregrini) y también de los esclavos, considerados propiedad.
Ver también: Nacionalidad
Ciudadanía y derechos civiles
El concepto de ciudadanía en Occidente tiene un origen muy antiguo. Los primeros en formalizarlo fueron los griegos, en cuya organización sociopolítica los hombres libres, habitantes de las ciudades-Estado, tenían la obligación y el derecho a participar en los asuntos públicos y la conducción de la sociedad. Estos ciudadanos eran exclusivamente griegos, libres y varones: esclavos, mujeres y extranjeros no eran tomados en cuenta.
Esta misma idea de ciudadanía fue heredada por el Imperio romano, donde se consideraba ciudadanos a todos aquellos romanos varones y libres que habitaran la civitas, o sea, la ciudad. Los ciudadanos romanos podían tener familia, comprar esclavos, votar en las decisiones públicas y ser elegidos para cargos en el Estado.
Hacia el fin de la Edad Media, la noción de ciudadanía sufrió un cambio importante. La irrupción en el pensamiento occidental de la noción de libertad individual y la aparición del Estado moderno hicieron que la noción de ciudadanía debiera dar cuenta de las ideas de libertad, igualdad y fraternidad que exigía la Revolución francesa de 1789.
A partir de entonces, la noción de ciudadanía se ha asociado con los derechos humanos y con la idea de la construcción de una sociedad más democrática e igualitaria. Así, aunque la pertenencia a una comunidad nacional puede determinar el tipo de ejercicios cívicos de una persona, como votar en elecciones locales, no puede en ningún momento contravenir los derechos fundamentales que se consideran propios de la condición humana.
Ver además: Ciudadanía digital
¿Qué implica ser un buen ciudadano?
La ciudadanía no solo implica derechos, sino también deberes y responsabilidades. Por eso, es común referirse a los “buenos ciudadanos”, es decir, aquellos que cumplen con sus deberes y retribuyen a la sociedad los derechos y libertades recibidos.
En términos generales, un buen ciudadano se caracteriza por lo siguiente:
- Cumple con sus obligaciones tributarias. Paga sus impuestos y es sincero respecto a la carga económica que le corresponde asumir en la sociedad.
- Participa en los procesos políticos. Asume su cuota de responsabilidad en la toma de decisiones colectivas, apostando por lo que considera que es el mejor destino para su país.
- Obedece las leyes. No comete actos criminales ni pone en riesgo las vidas ajenas.
- Respeta al prójimo. No atenta contra la paz social, el orden ni la libertad de los demás.
- Cuida el medio ambiente. Maneja de un modo responsable sus desechos, consume de manera consciente y proporcionada, y contribuye con las eventuales iniciativas de reciclaje y limpieza de la sociedad.
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Referencias
- Cortina, A. (2009). Ciudadanos del mundo. Hacia una teoría de la ciudadanía. Alianza.
- García, S. (1999). Ciudadanía: justicia social, identidad y participación. Siglo XXI.
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