Te explicamos qué es una falacia, diferencias entre formales e informales y ejemplos. Además, diferencias con los sofismas.
¿Qué es una falacia?
La palabra falacia proviene de la voz latina fallacia, que significa “engaño”. Es empleada en el campo de la lógica y la retórica para designar a aquellos argumentos que parecen válidos a simple vista, pero que no lo son.
Es decir, se trata de una forma de razonamiento erróneo, que se puede cometer inocentemente o con la intención de manipular a los demás, dado que aunque su lógica interna es errónea de todas formas puede resultar emocional o psicológicamente eficaz.
Ahora bien, que un argumento no sea válido (o sea, que sea falaz) no significa que sus premisas sean necesariamente falsas, ni que sus conclusiones lo sean tampoco. Simplemente significa que el razonamiento que conecta a las premisas y las conclusiones es incorrecto, defectuoso. En este sentido, las falacias son errores procedimentales, y no tanto de contenido.
Las falacias han sido estudiadas desde la antigüedad clásica, especialmente la grecorromana. Filósofos como Aristóteles (384-322 a. C.) le daban a la lógica una gran importancia, y en sus Refutaciones sofísticas se aborda el tema de manera exhaustiva, logrando identificar trece falacias diferentes, organizadas en dos grupos: aquellas cuya invalidez depende del lenguaje, y aquellas en las que no.
Desde entonces se han incorporado a la lista una importante cantidad de falacias, identificadas generalmente con un nombre que encarna su mecanismo de razonamiento ilógico. A continuación veremos algunos ejemplos.
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Ejemplos de falacias
Veamos algunos ejemplos de falacias:
1. La falacia del hombre de paja
También conocida como “falacia del espantapájaros”, consiste en la caricaturización, tergiversación y exageración de los argumentos del adversario, para así sacarlas de contexto y que sean más fáciles de rebatir, cosa que no sucedería si las enfrentamos a través de un razonamiento lógico verdadero.
Su nombre proviene del hecho de que antiguamente se empleaban muñecos hechos de paja para entrenar a los soldados en el combate, ya que los primeros son inmóviles y fáciles de abatir.
Por ejemplo, imaginemos que alguien aboga por la legalización del aborto, argumentando que es un hecho que ya ocurre en la sociedad y que requiere de ciertos controles. Otra persona puede tratar de refutar ese argumento acusándolo de querer legalizar el robo y el asesinato después.
El problema está en que la falacia no enfrenta lógicamente los argumentos a favor del aborto que se le esgrimen, sino que inventa unos argumentos más fáciles de combatir y arremete contra ellos, achacándoselos a su contrincante.
2. La falacia del francotirador
Esta falacia adquiere su nombre a partir de una anécdota, real o no, en la que un supuesto francotirador disparó varias veces contra un granero en Texas, Estados Unidos, y posteriormente dibujó una diana de tiro en su superficie, para así aparentar que cada disparo había sido perfectamente planificado y demostrando así su pericia con el rifle.
Similarmente, quien emplea esta falacia maquilla, adecúa o manipula la información para producir un sentido a posteriori, y que parezca que todo es producto de una conclusión lógica, hallando patrones donde no los hay, a conveniencia.
Supongamos que alguien camina de noche y se encuentra un billete en el suelo. Lo toma y mira hacia arriba, y le parece que las estrellas forman una flecha señalando hacia el billete, así que decide que quien siga esa flecha, conseguirá dinero regalado. Cuando alguien pone en duda que eso sea cierto, le muestra el billete encontrado como evidencia.
Obviamente, un evento único no sirve para determinar un patrón, y la existencia del dinero encontrado no prueba automáticamente sus causas, como las dianas pintadas por el francotirador no demuestran que tenga buena puntería.
3. La falacia ad hominem
Su nombre en latín significa “contra el hombre” y quiere decir que, en lugar de combatir las ideas del argumento, se combate a la persona que los propone, dándolas así por inválidas mediante un razonamiento nada lógico. Es una falacia sumamente común en distintos ámbitos de debate, sobre todo en la política, en la que es común desvirtuar públicamente a un individuo para así desvirtuar también sus ideas.
Por ejemplo, supongamos que un político propone una ley tributaria nueva, y en lugar de combatir lo que la ley propone empleando argumentos que tengan que ver con lo tributario, lo político o lo económico, sus adversarios le respondan acusándolo de golpear a su mujer.
Sea o no cierta esta última acusación, por sí sola no dice absolutamente nada sobre la ley tributaria y por ende no sirve para oponerse a ella, dado que la popularidad o la moralidad de quien la propone no viene a cuento.
4. Falacia de la generalización apresurada
Consiste, como su nombre lo indica, en un procedimiento de extrapolación o generalización que no se sostiene en premisas lógicas, sino que se da de modo arbitrario, esto es, sin tener pruebas suficientes. Generalmente, estas generalizaciones conducen a malas inducciones y conclusiones erróneas, de modo que podemos considerarla un razonamiento inductivo falaz.
Imaginemos, a modo de ejemplo, que alguien adopta un gato, y que su mascota demuestra una afición por comer chocolate. Entonces, generalizando rápidamente, la persona decide que a los gatos les gusta el chocolate, sin detenerse a pensar que quizá sea sólo a su gato al que le guste el chocolate, o que tal vez a algunos gatos les guste y a otros no.
Falacias formales e informales
A lo largo del tiempo, las falacias se han clasificado de muy distintas maneras, siendo la primera la que mencionamos al principio, obra de Aristóteles. Sin embargo, más común hoy en día es la clasificación que las distingue entre falacias formales e informales.
- Falacias formales. Son aquellas cuya invalidez puede demostrarse al revisar las formas, o sea, el procedimiento lógico mismo, mediante pruebas de validez.
- Falacias informales. Son aquellas cuya invalidez no radica tanto en lo formal, o sea, en el método de razonamiento, como en el contenido de los argumentos o la intención con que se formulan.
Falacias y sofismas
La diferencia entre falacia y sofisma era común antiguamente, pero hoy en día se encuentra en desuso. Se basaba en las intenciones de quien lleva a cabo el razonamiento inválido. De modo que, si esta persona no tiene intención alguna de mentir, sino que simplemente se equivoca, estamos en presencia de una falacia.
Por el contrario, un sofisma existe cuando una falacia se emite con mala intención, o sea, a sabiendas del error lógico. Sin embargo, no siempre es posible determinar las intenciones de una persona a partir de lo que dice, de modo que esta diferenciación puede no ser tan útil como al principio aparenta.
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Referencias
- “Falacia” en Wikipedia.
- “Las falacias” en Xunta de Galicia (España).
- “Falacias” (video) en Resúmenes Entelekia.
- “Las falacias” (video) en Educatina.
- “Falacias” en Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
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