Te explicamos qué es el sentimiento de la rabia y por qué la sentimos. Además, te contamos cuáles son sus consecuencias negativas.
¿Qué es el sentimiento de la rabia?
La rabia, también referida como enojo, furia, enfado, ira o cólera, es una emoción primaria que se caracteriza por una intensa sensación de rechazo y de indignación, que puede manifestarse en resentimiento, agresividad e incluso violencia física, dependiendo de la naturaleza de la persona y de la intensidad de la rabia que se siente.
La palabra “rabia” proviene del latín rabies, término empleado en la Antigüedad para la enfermedad del mismo nombre que aqueja a perros, murciélagos y otros mamíferos, y que los torna particularmente agresivos y violentos. Los antiguos romanos ya empleaban esta palabra en un sentido figurado para describir la intensidad del enojo de las personas, como sinónimo de ira o furia, algo que el español heredó también del latín.
Resulta complicado, sin embargo, establecer con exactitud el sentido de “rabia” frente a otros términos que significan lo mismo. Se trata de una palabra de uso muy subjetivo, con la que se puede describir un simple enojo (por ejemplo: “me dio rabia que me ignoraras el otro día”) hasta la furiosa agresividad (por ejemplo: “tomado por la rabia, el guerrero hirió a sus compañeros”).
Los síntomas físicos y psicológicos de la rabia son muy bien conocidos. Por un lado, aumenta el ritmo cardíaco y la presión sanguínea, induce a segregar adrenalina y noradrenalina, hormonas que preparan el cuerpo para una reacción de escape o lucha (atacar a la fuente de malestar o huir de ella); y por el otro hace a las personas propensas a la antipatía, la hostilidad o la violencia, por lo que pueden hacer o decir cosas de las cuales luego podrían arrepentirse. Es por esto que desde tiempos ancestrales la rabia ha sido considerada una pasión peligrosa, vinculada con los aspectos más primitivos (el cerebro reptil) del individuo.
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Diferencias entre ira y rabia
En un sentido amplio, los términos “ira”, “rabia”, o también “furia” “cólera” o “enojo”, son términos que refieren a lo mismo, aunque es posible establecer cierto criterio de gradación, o sea, de mayor a menor, entre ellos. Así, por ejemplo, “enojo” y “enfado” tienden a usarse para sentimientos más moderados, mientras que “ira”, “furia” y “cólera” expresan el sentido máximo del espectro, es decir, un enojo muy grande, incontenible.
Sin embargo, “rabia” es un término bastante ambiguo, que puede usarse en sustitución de cualquiera de sus sinónimos. Es por esto que puede referirse a un enfado momentáneo y manejable (una rabieta) o a una actitud furiosa y hostil.
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¿Por qué sentimos rabia?
La rabia es una emoción normal del ser humano, que aparece en situaciones adversas o de frustración, actuando como un mecanismo de defensa. Esto significa que la rabia forma parte de un mecanismo ancestral de supervivencia, destinado a preparar física y mentalmente al individuo para una situación en la que su bienestar está siendo amenazado.
Por ejemplo, en situaciones en las que un depredador amenaza con atacar al ser humano, la rabia le da acceso a toda la fuerza bruta y agresividad posibles para intimidarlo. O bien, si un competidor está quedándose con todos los recursos alimenticios, hace falta la rabia para arrebatárselos por la fuerza.
Hoy en día la rabia sigue cumpliendo el mismo papel, aunque el modo de vida de la especie ha variado radicalmente. Es por esto que su aparición en muchos contextos es mal vista, pues conduce al individuo a actuar instintivamente y a tomar decisiones rápidas y violentas. De allí que los motivos por los cuales la rabia aparece sean hoy enteramente subjetivos, es decir, que pueden cambiar enormemente de un individuo a otro.
Una rabia bien administrada, sin embargo, una que no ha sido reprimida al punto de explotar, puede ser un motor importante para el desarrollo saludable de la personalidad y del individuo. La rabia puede ser un buen indicador de que algo está mal, de que ocurren cosas que, incluso si no pueden ser detectadas fácilmente, molestan a un nivel muy primario. Esto, sin embargo, requiere de la capacidad de observar e identificar la rabia, sin permitirle que domine la conciencia e impida la racionalidad.
Consecuencias negativas de la rabia
La liberación descontrolada o la represión silenciosa de la rabia suelen traer consigo diferentes consecuencias negativas, tanto para la mente como para el cuerpo. Algunas de ellas pueden ser:
- La persona rabiosa hace o dice cosas que en el momento le resultan justas y necesarias, pero que luego la harán sentir culpable y la harán arrepentirse, lo cual puede dañar relaciones valiosas y la autoestima.
- En el cuerpo de la persona rabiosa se da un aumento repentino de la actividad cardíaca y de la presión arterial, que pueden conducir a problemas vasculares, cardíacos o isquémicos en las personas sensibles.
- Las personas rabiosas pierden momentáneamente la capacidad de raciocinio a largo plazo, y pueden tomar decisiones muy contraproducentes al ser incapaces de vislumbrar las consecuencias a mediano o largo plazo.
- En el cuerpo de la persona rabiosa se da un incremento en la producción de jugos gástricos, lo cual ocasiona a largo plazo padecimientos como la gastritis o la úlcera gástrica, e incluso el cáncer estomacal.
- Los arrebatos de rabia agotan las energías del individuo y lo dejan exhausto, lo cual a menudo equivale a pasar de la furia a la depresión en apenas unos instantes.
Consejos para gestionar la rabia
El manejo de la rabia no es sencillo, y requiere de un entrenamiento y un trabajo sostenidos, especialmente para las personas susceptibles o propensas al enojo. Ningún conjunto de consejos puede sustituir la ayuda de un profesional en la materia, pero para gestionar correctamente la rabia en general se recomienda:
- Contar con métodos de contención del estallido. La rabia es útil porque conduce al individuo a decir su verdad: lo que no le gusta, lo que le duele, lo que le ofende, pero lo hace de la peor manera: gritando, insultando, con palabras hirientes. Para impedir este tipo de exabruptos, lo ideal es contar con un método de contención con el cual serenarse: contar del uno al diez lentamente, algún tipo de mantra que repetir, incluso retirarse momentáneamente de la situación para evitar cometer algún mal mayor.
- No “dejar las cosas así”. Ya sea que se tuvo un altercado o se evitó el conflicto retirándose del debate, es importante atender las razones por las cuales la rabia tuvo su origen en primer lugar. Esto incluye pedir disculpas, exigir o dar explicaciones a quienes corresponda, y asumir la propia rabia como un sentimiento válido y verdadero, incluso si la manera en que se la manejó no lo sea.
- Intentar decir lo que se siente. En un momento de rabia, conectar con las emociones puede ser fundamental, ya sea para advertir a los demás lo que se siente, o para validar el propio sentimiento. Es buena idea decir lo que se siente, en lugar de insultar, gritar o agredir.
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Referencias
- “Rabia” en el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española.
- “Ira” en el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española.
- “Etimología de Rabia” en el Diccionario Etimológico Castellano En Línea.
- “Ira” en Wikipedia.
- “El control de la ira: técnicas para evitar perder el control” (video) en Píldoras de Psicología.
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